jueves, 17 de octubre de 2013

NO HAY CAMINOS HACIA LA SALUD, LA SALUD ES EL CAMINO



Ésta es la mítica frase pronunciada por Ghandi, pero intercambiando Paz por Salud. 



Uno de los aforismos atribuidos a Hipócrates, el llamado “padre de la medicina”, decía -Donde hay salud, no hay enfermedad-. ¿Se trataría de que el ser humano nace potencialmente pacífico y con salud, pero lo va perdiendo porque el ambiente que le rodea lo lleva por caminos de violencia y enfermedad?
Si fuera así, se trataría de conservar y cultivar los potenciales innatos que poseen el ser humano y la Naturaleza, en lugar de destruirlos con hábitos tóxicos e insanos, y tener que estar continuamente intentando reconstruirlos –cosa que no se consigue plenamente, porque se producen daños y pérdidas que pueden ser irrepararables-. Se trataría de aplicar enfoques más sostenibles, en lugar de seguir dando vía libre a la ambición y al negocio por el negocio, dilapidando y malversando los recursos naturales disponibles, que hacen que vivamos en un entorno cada vez más tóxico y contaminado. Se trataría de aumentar nuestra inteligencia ecológica. Se trataría de que esa “inteligencia humana” demostrase que es verdaderamente inteligente y aprendiera, por fin, de sus errores. Si no lo conseguimos, tendremos más de lo mismo... o peor. Se trataría de que cuanto se hiciera, sumara en lugar de restar dos y sumar uno, como ocurre actualmente. De eso se trataría.
Centrándonos en el contexto de la salud, y para poder entenderla como camino o estado natural del ser humano, debemos partir de la llamada Vis Medicatrix Naturae, la fuerza curativa de la Naturaleza. Es una fuerza vital y natural que todos poseemos y que induce al organismo de forma espontánea, a realizar esfuerzos para recuperar el equilibrio y la salud. Es la base que anima la homeopatía, la naturopatía, la medicina ayurvédica, o técnicas naturales como la hidroterapia, Flores de Bach, entre otras muchas. También la que induce al organismo a realizar ajustes homeostáticos, autorregulándose, buscando su equilibrio regenerñandose. Pero muchos de estos esfuerzos sanadores que realiza nuestro organismo, cuando son muy visibles y molestos, son identificados como enfermedad –o parte de ella- y, en demasiadas ocasiones, son anulados para evitar sus molestias, cuando en realidad, la intervención terapéutica debería colaborar con esta fuerza para devolver la salud al enfermo, corrigiendo la causa que lo produce, en lugar de centrarse preferentemente en anular los síntomas de dicha lucha.
Hipócrates creía que el estado de enfermedad no es una enfermedad en sí, sino un esfuerzo del cuerpo para superar un equilibrio perturbado. La medicina hipocrática se sustenta precisamente en la fuerza curativa de nuestro propio organismo, y que la Naturaleza es el mejor médico, debiendo el médico colaborar con ella, ayudando a esta tendencia natural del cuerpo mediante la observación de su acción, eliminado los obstáculos, utilizando las medidas dietéticas y los agentes naturales adecuados, reservando los fármacos y la cirugía para situaciones particulares y extremas. Paracelso, por su parte, también expresó la existencia de la inteligencia interna o médico interno, término éste compartido posteriormente por numerosos y destacados médicos, Hahnemann, Bircher-Benner, Rudolf Steiner, Eduardo Alfonso, Lezaeta, Alexis Carrel ..., incluso algunos psiconeuroinmunólogos modernos lo están empezando a utilizar, desarrollándose en universidades como Harvard, estudios dirigidos a investigar las posibilidades de autosanación del cuerpo y la mente, así como en unidades clínicas que buscan la mejoría o la curación conduciendo a la persona hacia el despertar de sus capacidades de autorregulación, mediante la trofoterapia, psicoterapia, respiración terapéutica, yoga, etc, mejorando en general, los hábitos naturales de vida como estímulo para despertar la Vis Medicatrix Naturae y utilizarla como nuestra mejor aliada.
Nuestro sistema inmunológico actúa poniendo en juego su sofisticado arsenal de defensas, pero si debido a que nuestros hábitos insanos se le induce a creer que la salud está en permanente peligro, se ve forzado a actuar de forma constante y, si encima de eso, en lugar de colaborar con él se le contraría con fármacos, no tiene nada de extraño que cada vez exista mayor presencia de enfermedades autoinmunes. Y no vale la justificación de que -como vivimos más años, sufrimos más enfermedades...-. No vale como explicación universal, por la simple razón de que estas enfermedades están apareciendo en edades cada vez más tempranas.
También de Hipócrates es el conocido aforismo, tantas veces pronunciado y tan pocas obedecido, –Que tu alimento sea tu mejor medicina, y que tu medicina sea tu mejor alimento-. No hemos seguidos sus consejos ¿Por qué no hacemos caso a los sabios consejos del “padre”? No obstante, aún estamos a tiempo de rectificar. Todos tenemos cierto grado de libertad para elegir nuestros hábitos, costumbres, acciones, emociones y pensamientos. Si son sanos y armónicos, viviremos en mayor salud porque no habrá que ir a buscarla. Está dentro de nosotros, esperando que la llamemos y la amemos de verdad, para seguir el camino juntos.

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